Un color vivo y capaz de resistir al paso del tiempo es uno de los requisitos que debe tener un papel para impactar visualmente en los consumidores y conseguir resultados únicos y duraderos. En el proceso industrial de producción (que pasa por diversas fases de formación, secadoacabado y control de calidad) se le aporta a este material la tonalidad deseada, pero no existe una única forma de hacerlo.

Como ya hemos explicado en otras ocasiones, la fabricación del papel empieza rehidratando las fibras vírgenes y mezclándolas con cargas que garanticen su cohesión y mejoren la imprimibilidad. Hasta este punto, el futuro material será blanco, y es en este momento que hay que añadirle el color y decidir cómo se hará. Hay dos formas diferenciadas de aplicar los pigmentos al papel, y no aportan los mismos resultados.

Aplicación superficial

La primera de ellas consiste en un tratamiento superficial una vez acabada la producción del papel. Es decir, se fabrica el material de color blanco y, una vez secado, se le aplica un tratamiento de color en su superficie, en un proceso separado. En este caso, el tono puede verse más intenso al estar aplicado en una capa en el exterior del papel, pero es fácil que pierda esta viveza al estar en contacto muy directo con los agentes externos. La resistencia, por tanto, es menor tanto a la luz y la humedad como a las propiedades mecánicas que puede aguantar el color aplicado superficialmente.

Este sistema tiene otros inconvenientes, el principal es que los papeles están expuestos a rayaduras, golpes y roces. En productos de calidad se evitan soportes con este tipo de pintado ya que es fácil que se vea el fondo y se deteriora la imagen del producto y de la marca.

 

Tintado en masa

En cambio, existe una segunda forma de aplicar los pigmentos al papel: a través del tintado en masa. Una vez en el proceso industrial las fibras salen separadas de la tina holandesa donde se homogeneiza la pasta de base, la masa resultante se pasa a una segunda tina, donde se le añade el color preparado por separado a base de pigmentos hasta conseguir en cada caso la tonalidad deseada. En ocasiones bastará con un solo pigmento; y, en colores menos primarios, se deberán añadir a la combinación diversos hasta acertar en el acabado final.

Estos pigmentos que se añaden al papel en el tintado en masa son colorantes aniónicos, que se unen a las hebras de celulosa de forma química por las fuerzas de Van der Waals. Para hacerlo, se adicionan a través de bombas dosificadoras para regular la intensidad de la forma más exacta posible. Esta ‘fórmula matemática’ del color se mide a través de un colorímetro para que el resultado final sea lo más ajustado posible al tono deseado.

El tintado en masa se convierte, a diferencia de lo que hemos podido ver en la aplicación superficial del color, en un proceso de coloración con el que se obtiene homogeneidad, aportando el mismo tono a toda la superficie por igual. Pero no solo este factor: la durabilidad de los colores en el papel es mucho mayor, al estar el pigmento integrado en la fórmula de base. De hecho, para materiales que tendrán como destino objetos que requieran dobleces o aperturas y cierres, se evitará que el color salte de la superficie, y por tanto no quedarán parches con el consecuente mal acabado y afectación a la estética.

De forma complementaria, también se garantiza una alta resistencia a la decoloración que pueden provocar con el paso del tiempo tanto la luz como la humedad.

Estas ventajas convierten este sistema en el óptimo para conseguir un papel de calidad, para proyectos de packaging o editoriales que requieran resistencia mecánica, aguante al paso del tiempo y vivacidad del color. Por ello, los materiales de Guarro Casas optan por el tintado en masa en todas las gamas fabricadas, para garantizar siempre los mejores resultados de producción.

Marca

Aplicación

Apto para

Material

Tipo de acabado

Gofrado

Tamaño

Color

Gramaje