Cuando se observa un papel, el componente básico y evidente que destaca a simple vista es la celulosa, ya sea en forma de fibras largas o cortas. Pero, entre estas hebras, a nivel microscópico, se pueden encontrar otros elementos que también forman parte de su composición, aunque muchas veces desconocidos: las cargas.

Se trata de un conjunto de productos en polvo, de origen mineral (generalmente el carbonato y el sulfato de calcio, el caolín, el talco y la sílice), que rellenan los espacios que quedan entre las fibras de celulosa en la fabricación del papel. Pero no sólo eso: la función principal de las cargas es la de unir y cohesionar las fibras entre sí para permitir la correcta formación del papel, actuando como una especie de pegamento. Con ello, las cargas ayudan a dar cuerpo al material, a ganar volumen y consistencia.

Gracias a este componente, los papeles adquieren una superficie uniforme y plana, aunque a simple vista no se aprecie en el material. Del mismo modo, lo ablandan y le aportan suavidad. En cuanto al aspecto, reducen su transparencia, ganando opacidad, y complementariamente mejoran las condiciones para la impresión. Además, pueden ayudar a que adquiera mayor blancura, hecho que variará en función de los materiales de carga concretos aplicados en el papel.

Pero no sólo influyen en la vertiente estética, sino que también tienen relevancia en el gramaje. De este modo, otras de las variables en las que influye la presencia de carga son el peso y la densidad, muy relacionados entre ellos. Los minerales que se usan como cargas son más pesados que las fibras de celulosa, por lo que, ocupando menor espacio, hacen que la densidad del papel aumente. Esto comporta la necesidad de controlar su porcentaje en la composición, que será mayor o menor según la aplicación que se le quiera dar al material en cada caso.

Sin embargo, pese a los beneficios mecánicos que puedan aportar, las cargas tienen un principal inconveniente: la reducción de calidad. Esto se debe a que les quitan espacio a las fibras, lo que a su vez crea una reducción de la resistencia, la rigidez y las propiedades mecánicas que sí que aporta la celulosa. A mayor porcentaje de carga en la composición, menor calidad del material resultante y más fragilidad del mismo.

Por ello, un papel con mucha carga y poca fibra será óptimo para impresión estándar, pero, por el contrario, no resistirá las aperturas y cierres de un libro o de un estuche rígido. Con el objetivo de ofrecer siempre el mejor material para cualquier proyecto Premium, los papeles de Guarro Casas mantienen el mínimo de carga posible, un 4% generalmente, para aprovechar sus beneficios sin afectar a la calidad del producto y garantizar que se puedan utilizar en todas sus posibles aplicaciones sin problemas.

En muchas ocasiones, el uso de un porcentaje elevado de cargas responde a una necesidad de economizar el papel, disminuir el precio del producto, ya que estos materiales minerales son más baratos que las fibras de celulosa. Eso sí: sacrificando la calidad. Un diseñador, impresor o cualquier persona que deba involucrar el papel en su proyecto deberá elegir, pues, entre economía o un producto resistente y exclusivo.

Finalmente, se debe tener en cuenta que el uso de cargas en la industria papelera, aunque es fundamental, impacta en el medio ambiente. Al estar realizado con polvo extraído de la piedra, no es posible su reemplazamiento en la naturaleza, ya que el material rocoso no se puede sustituir. En cambio, la celulosa cada vez más se obtiene de árboles cultivados en bosques con este fin en concreto, por lo que se puede replantar sin dañar en la misma medida al medio ambiente. El papel hecho en su totalidad con carga no es reciclable y, siguiendo este patrón, contra más porcentaje de este material contiene, menos ecológico es el material. Los papeles Guarro Casas tienen en cuenta este factor y son muy respetuosos con el medio ambiente, al tener una cantidad de carga muy reducida y los certificados ecológicos correspondientes

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Gramaje