Un proyecto gráfico tiene su base en el componente estético, no sólo a nivel de diseño sino también en el soporte que lo exhibirá: el papel. Por ello, hay ciertos conceptos que el diseñador debe tener en cuenta sobre sus características y aplicaciones.

1. La composición adecuada para una mejor manipulación

Las fibras de celulosa forman parte de la composición básica del papel, y se diferencian en cortas o largas. Las fibras cortas miden 1 mm de media, proceden de árboles de hoja caduca como el eucalipto y ofrecen mejores características superficiales para las impresiones, al aportar suavidad al papel. En cambio, las fibras largas oscilan entre los 2 y 4 mm, se obtienen de árboles perennes como el pino y proporcionan mejores propiedades mecánicas, principalmente resistencia. Para rellenar los huecos entre fibras se añaden productos minerales (llamados cargas) que aportan uniformidad y suavidad, reducen la transparencia y mejoran la impresión; pero a la vez reducen la calidad por la pérdida de resistencia, la rigidez y las propiedades mecánicas que sí que aporta la celulosa, a la cual quitan espacio.

Un material con más fibra corta y mucha carga será más apto para impresión, al ser más uniforme. Pero si deberá resistir muchas aperturas y cierres (por ejemplo, en el caso de libros), será mejor apostar por la resistencia de las fibras largas. En todo caso, la clave se encuentra en usar papeles fabricados con el porcentaje adecuado de estos componentes para agrupar las mejores propiedades que aporta cada uno de ellos, y así poderlos destinar a todo tipo de manipulaciones.

2. A favor de la fibra o contrafibra: factor clave para pliegues e impresión

La dirección de la fibra es el sentido en que las hebras de celulosa se depositan al fabricar un papel, hecho que determina la resistencia al plegado y el registro en impresión.

Si el papel va a impresión, el diseñador deberá asegurarse que el impresor trabaje a contrafibra en offset, ya que los cartuchos aplastan las fibras y crean un cambio de registro (alargamiento del material); y en dirección de la fibra en impresión digital, para una mejor circulación por el interior de la máquina. Si sobre las láminas deben crearse pliegues, es mejor que se realicen en el mismo sentido que las hebras de celulosa, para evitar doblarlas, que queden con un pliegue sucio o que se pueda llegar a romper el papel. Este hecho se produce con más facilidad en papeles con mayor porcentaje de fibra corta y difícilmente en aquellos con más fibra larga. Finalmente, si el proyecto está destinado a encuadernación, los hendidos y pliegues deben producirse también en paralelo, para garantizar que el movimiento de la tapa se haga de forma correcta y quede limpio, así como para evitar tensiones que excepcionalmente puedan llegar a doblarla.

 

3. Cada gramaje, un uso determinado

En el mercado existen diferentes gramajes de papel, cada uno de ellos con unas aplicaciones recomendadas por la capacidad de manipulación que acepta. En un trabajo editorial (en el caso de las portadas y contraportadas), para libros de tapa blanda se suelen usar papeles de 200-350 gramos, mientras que para tapa dura se usan materiales de 115 y 130 gramos habitualmente. En el sector del embalaje, los valores se encuentran en los 100-115 gramos para el packaging rígido y los 300-350 gramos para el flexible.

También hay que tener en cuenta otro factor añadido: en función del método de impresión seleccionado, el papel deberá tener unas características u otras. Las máquinas digitales no siempre aceptan gramajes superiores a los 330 gramos, mientras que la impresión offset no tiene estas restricciones.

 

4. Hay materiales más allá del papel estucado

El diseñador debe tener en mente que no sólo dispone de papel para sus trabajos, sino que tiene a su alcance un gran juego de materiales como los papeles de aspecto natural, los bicolores, los barnizados, el corcho natural o las cartulinas texturizadas. En función del sector al que esté destinado el proyecto y la originalidad que permita, puede optar por opciones más exclusivas. Pero al seleccionar el material, debe tener en cuenta que cada uno de ellas aceptará unas técnicas de manipulación u otras, dependiendo de factores como el gramaje o la propensión a las rayaduras y marcas, valorando en su elección todos los procesos por los que deberá pasar.

 

5. Brillo y textura, modificadores del resultado final

Natural, mate, metalizado, efecto piel, plastificado, gofrado… Cada trabajo de diseño necesita una textura o brillo diferente, adaptado al acabado estético que se le quiere ofrecer, pero cada opción tiene unos requerimientos diferentes. El aspecto natural del papel es poroso y ofrece un mejor contracolado y, además, la absorción de la tinta en impresión, eliminando el brillo de las letras. En cambio, el estucado tiene los poros tapados, causando que la tinta aplicada se seque en la superficie. En este caso, los elementos impresos quedan más brillantes y hay tintas que pueden llegar a “romperse” o cuartearse, aunque existen técnicas para evitar que este fenómeno ocurra.

Todo aquel papel que no es natural pierde su porosidad por la aplicación de un tratamiento superficial (detectable porque no absorbe el agua si se le tira una gota). Dentro de estos procesos para tratar el papel, entre los que se encuentran los estucados, hay resultados más delicados que otros. Por ejemplo, el aspecto mate, conseguido a través de la aplicación de pintura en superficie, es más delicado y necesita una manipulación más cuidada para evitar la aparición de rayadas blancas que estropean la estética del material.

Marca

Aplicación

Apto para

Material

Tipo de acabado

Gofrado

Tamaño

Color

Gramaje