El papel es la alternativa de futuro: es reciclable, biodegradable, compostable y, en la mayoría de los casos, certificado como FSC o PEFC (las fibras para su fabricación se obtienen de bosques plantados específicamente para su uso industrial). Sin lugar a dudas, por todas estas características, se trata de un material sostenible y un buen sustituto ante otros soportes menos respetuosos con el medio ambiente y que permanecen durante cientos o incluso miles de años como residuos en nuestro planeta.

Pero, además, en los últimos años, se ha impulsado especialmente el papel reciclado, como la mejor opción en el consumo de papel. Ante esta realidad, surge una duda: ¿es realmente tan malo el material elaborado con fibras vírgenes y se debe sustituir tan solo por aquel que en su formulación utiliza fibras recicladas? Para poder dar respuesta a esta cuestión, vamos a desglosar diversos factores que entran en juego en esta comparativa.

Residuos generados          

El primer paso para saber si es más sostenible el papel reciclado o el que usa fibras nuevas requiere observar el proceso productivo. Para obtener las fibras vírgenes de celulosa por primera vez, se utiliza madera que proviene de bosques gestionados de manera sostenible. Esta materia prima se descorteza, ya que esta parte del tronco no es útil para la industria papelera, y los troncos ya sin este recubrimiento se reducen a astillas. Las fibras obtenidas de esta manera se conocen como pasta mecánica. Si posteriormente se blanquean cociéndolas para extraer la lignina que actúa como un “pegamento”, y se separan esas fibras mediante productos químicos, obtenemos la llamada paste química.

Como indica ASPAPEL, los residuos generados en estos pasos suponen un 38,5% de la materia prima, pero se revalorizan gracias a la creación de subproductos. Al ser restos orgánicos, se pueden destinar a diversas finalidades, como en el caso de las cortezas o el licor negro (lignina extraída), para generar energía. De hecho, se consigue que el proceso de fabricación de pasta sea autosuficiente energéticamente. Tan solo un 0,49% queda como residuo sin revalorizar.

La fibra reciclada, en cambio, genera unos restos que no se pueden recuperar para ninguna finalidad (grapas, hilos, plásticos, tintas, películas de estampación o colas); pese a que también se derivan otros que sí son aprovechables. El papel que se recoge del contenedor azul o de imprentas e incluso de la propia industria, tras ser clasificado y acondicionado, llega a las fábricas papeleras que lo compran para darle una segunda vida (o tercera, e incluso séptima, ya que el proceso de reciclaje de papel se puede realizar entre 5 y 7 veces).

La obtención de fibra reciclada genera tan solo un 4-10% de restos del total cuando está sin destintar, y un 15-40% si se ha aplicado ese destintado, igualando la cifra que se da en la fibra virgen. En contraposición, todos estos residuos no son tan aprovechables para otras finalidades; la mayoría simplemente se incinera en calderas. La parte recuperable se usa para generar energía o, incluso, para la producción de ladrillos u otros materiales de construcción.

Consumo energético

Otro aspecto a tener en cuenta es la cantidad de energía que requiere cada tipo de fibra. En el caso de la reciclada, se consumen 1.056 kWh de gas por tonelada producida, así como 791 kWh/Tn de electricidad. En la reciclada, el equilibrio de consumo va a la inversa: menos de la mitad de gas con 429 kWh/Tn, pero a su vez la cifra de electricidad se eleva a 1.584 kWh por tonelada (de la cual 525 kWh se compran, 1.059 kWh se producen y se genera un excedente de 993 kWh que se vierte a la red nacional).

Agua utilizada en la fabricación 

Si comparamos ahora el agua que se usa durante la producción de cada tipo de papel, en el caso de las fibras recicladas se consumen 10 m3por tonelada de material, mientras que en las vírgenes la cantidad se eleva a entre 20 y 40 m3/Tn. Pero, en este último caso, el agua no se consume; es decir, una vez utilizada, se depura y se devuelve en un 90% a su origen (ya que el 10% restante se evapora). De todos modos, en esta variable resulta mucho más sostenible la versión reciclada del papel.

COderivado de la producción 

Del mismo modo que los residuos generados, hay que tener en cuenta también otros rastros que deja la producción de papel con ambos tipos de fibras en el planeta: el CO2 que se deriva de su proceso para su acondicionamiento y posterior uso. Las recicladas producen más emisiones en este aspecto, ya que al involucrar muchos más procesos de eliminación de materiales adheridos inservibles y destintado y usar más gas, se genera hasta 195 Kg/Tn de dióxido de carbono. En las fibras vírgenes esta cifra se reduce a 116 Kg/Tn.

Sí que es cierto que existen acciones para compensar la huella de carbono generada con la producción de papel o la obtención de fibras para esta finalidad, como la plantación de árboles en zonas desertizadas próximas a las zonas de fabricación. Desde Guarro Casas contribuimos desde hace dos años a repoblar el Parque Natural del Montgrí, quemado y actualmente falto de árboles, para aportar nuestro granito de arena e impulsar la sostenibilidad de nuestra fábrica.

Ambas son necesarias 

Si hacemos recuento, podemos ver que en algunos aspectos es más sostenible la fibra reciclada y en otros (en contraste con la idea generalmente extendida) lo es la virgen. Por lo general la fibra que proviene de la recuperación tiene un mayor impacto medioambiental, ya que involucra más procesos para recogerla y dejarla lo más limpia posible para su nuevo uso, pero la necesitamos en la industria papelera.

Por tanto, llegamos a la conclusión que ni el papel de nueva fabricación es tan malo como la concepción que se le ha brindado en los últimos años ni todo debe ser ahora reciclado. Tampoco es verdad que solo el material producido de la recuperación de productos papeleros anteriores es sostenible. Los extremos son malos compañeros, y no hay que elegir siempre un papel u otro, sino adaptar esta decisión a las necesidades concretas del proyecto.

De hecho, si no existiera la fibra virgen sería imposible producir papel reciclado, y sin este último nos quedaríamos sin bosques. Hay que encontrar el justo equilibrio entre ellos para conseguir la máxima sostenibilidad de cada uno y reducir el impacto en el planeta. Con los siete ciclos que tiene la fibra reciclada hasta que no se puede aprovechar más, conseguimos el tiempo necesario para que crezcan de nuevo los árboles en las plantaciones destinadas a producción y, así, podemos volver a usarlos y comenzar el ciclo de nuevo. El resultado: un equilibrio con la naturaleza que evita la deforestación, crea empleos en zonas de baja densidad de población y así reduce el impacto generado.

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