Así, ASPAPEL divide la historia del material en tres etapas de 600 años cada una: la primera con la ocultación de este novedoso soporte para la época por parte de sus inventores en China, la segunda con la migración por la ruta de la seda hasta llegar a la cultura europea, y la tercera hasta la invención de la máquina de papel en continuo. Así llegamos hasta la actualidad, que el avance de la tecnología nos ha permitido crear una industria impresionante con una gran especialización de papeles de todo tipo: desde los más habituales en el mercado hasta papeles especiales con funcionalidades específicas.
De la pierda a un medio transportable
Pero para entender estas etapas, es importante saber qué llevo al ser humano a necesitar este material. Para ello, pasamos del soporte al contenido: el lenguaje gráfico. Desde el origen de los símbolos o jeroglíficos, la comunicación humana fue evolucionando a formas cada vez más complejas. Pero, con el tiempo, se encontró con la dificultad del lugar donde se hacían estas inscripciones. En un primer momento se usó la piedra ya que era la superficie más accesible, pero se fue substituyendo con el paso del tiempo por otros como la madera, el metal o la arcilla. Finalmente, tras miles de años, fue cuando se encontraron materiales más apropiados.
El pergamino era una piel de animal limpia y sin curtir, que se maceraba en sal y satinada, que se usaba en Egipto y se convirtió en el gran soporte de la Edad Media. El papiro, en cambio, crecía a orillas del río Nilo. Los egipcios extraían la medula de su tallo, la cortaban el tiras largas y delgadas y las colocaban verticalmente y en horizontal encima. La hoja finalmente se prensaba y golpeaba para conseguir un grueso uniforme sobre el que poder escribir.
China: el origen del papel
Pero después de conseguir estos soportes más ligeros y fácilmente transportables, surgió un fuerte competidor desde las tierras asiáticas. Así llegó el papel, mucho más sencillo de fabricar y, con el tiempo y el perfeccionamiento de las técnicas de producción, también más económico (y, por tanto, accesible).
La historia atribuye la invención del papel a Ts’ai Lun, un dignatario de la corte imperial china. Fue en el año 105 cuando empezó a producir hojas de este material a través de trozos de tela usada, cortezas de árbol y redes de pesca. Ts’ai Lun ofreció el invento al emperador Hai, la primera hoja blanca de papel. Pero, ¿cómo la consiguió? Mediante la desintegración de las fibras vegetales y los trapos gracias a un mazo de madera y un mortero de piedra. “La forma a mano china estaba constituida por un marco de madera, en el que se sujetaba un tejido fino de bambú unido con hilos de seda”, destacan sobre el proceso en ASPAPEL. Para unir las fibras, conseguir una pasta homogénea y aportar impermeabilidad, se añadía extracto de agar, un alga marina. Así, las primeras hojas de papel es muy probable que también estuvieran hechas con lino, esparto, cáñamo o morera.
Llegada a Occidente de la mano de los árabes
Desde China, esta novedad se expandió hacia Corea i Japón, pero en cambio tarda mucho en llegar hasta Occidente. Es en el 751 que el gobernador militar del califato de Bagdad captura en una expedición hacia la frontera china a dos fabricantes de papel, en la batalla de Telas en Samarkanda. Allí construyen un molino papelero por sus grandes recursos naturales de agua, lino y cáñamo. La ruta de la seda extendió este material, ya en sus manos hasta Occidente, con gran demanda.
Con la adopción de este soporte para la escritura y su comercialización, los árabes introdujeron varios avances a su producción, como son el uso de energía hidráulica para fabricarlo, el blanqueamiento de las fibras con cal, el uso de goma arábiga y engrudo de almidón para el encolado y el perfeccionamiento de la forma.
El papel entra en España
No se conoce con exactitud como llegó este nuevo soporte a España, pero las teorías más firmes apuntan a la puerta de Córdoba, a mediados del siglo X, momento de gran auge cultural para la zona. Se cree que en esa época debieron existir molinos papeleros tanto esa ciudad como en Granada, Sevilla y Toledo, por su gran riqueza en ríos, trapos, almidón y bibliotecas y archivos del califato árabe.
Pero la primera ciudad española de la que hay pruebas documentales de la existencia de una industria papelera es Játiva. De hecho, no solo de España, sino de todo Occidente. En 1154, el geógrafo árabe El Edrisi describe la población haciendo mención a la fabricación de papel que allí se lleva a cabo, y sobre cómo se exportaba desde allí por Oriente y Occidente.
De España a Europa
Desde nuestro país, el papel se mueve hacia el resto del continente, y su producción se extiende a zonas de la Cuenca de la Mediterránea, como Francia e Italia, existiendo la primera cita documental en este segundo país en Fabriano en 1276. De hecho, Italia se convirtió en una gran potencia en la fabricación de este material, incorporando mejoras como el uso de mazo y la cola animal y la invención de la filigrana (un hilo de plata o latón en las hojas con una silueta que indicaban el papelero que lo había fabricado).
En Francia, el primer molino data de la segunda mitad del siglo XIII, en Montpellier, y este país se convirtió en una gran competencia para Italia. De hecho, los siglos XVI y XVII fueron de gran prestigio para las fábricas papeleras de ambos países. Hasta el s. XIV no encontramos molinos en Centroeuropa (el primero alemán en Nuremberg en 1390, en Bélgica en 1405, en Suiza en 1411 y en Austria en 1498), aunque posteriormente consiguieron un gran impulso con la imprenta.
Una vez ya se extiende por Occidente con éxito el uso del papel, la gran demanda requiere de una mayor evolución de la fabricación para poder cubrirla de forma eficiente. Por ello, los tradicionales molinos de papel evolucionarán para dar paso a una producción más avanzada gracias también a la aparición de las primeras imprentas, una gran invención para el sector papelero que repasamos en el siguiente post ya que requiere de una mayor cantidad de este material cumplir con su función.