Tanto el papel de fibra virgen como el reciclado, usados en su justa proporción en la industria, pueden ser sostenibles. La clave es encontrar el equilibrio entre ellos para conseguir la máxima sostenibilidad de cada uno y reducir el impacto en el planeta. Si bien analizábamos anteriormente cuatro variables para determinar qué tipo de papel es más respetuoso en cada área o proceso que afectan en esta “avaluación” del material, ¿en qué debemos fijarnos en un papel ya fabricado para determinar cómo de sostenible es un papel?
Para ello, entra en juego la eco-responsabilidad del papel que, para resumirlo de forma sencilla, funciona como la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de las empresas, pero aplicado a la sostenibilidad. Este término consiste en reducir los impactos negativos de la fabricación y consumo de papel, particularmente sobre el medio ambiente. Debemos estar más concienciados de lo que hay detrás de cada producto y ser responsables de todos y cada uno de los que usamos en nuestra vida cotidiana.
Por tanto, en el caso de este material, podemos observar qué decisiones se han tomado en la fabricación de un papel para que sea más sostenible que otras opciones. A continuación, detallamos las tres variables principales que lo determinan.
Origen de las fibras
El primer factor que podemos observar en un papel para empezar a determinar su eco-responsabilidad es la procedencia de las fibras. Los materiales que cuentan con fibra reciclada 100% pueden ser Post Industrial Waste (PIW), obtenidas del desbarbado de las bobinas, o Post Consumer Waste (PCW), cuando proviene de los contenedores de reciclaje tras el uso por parte del consumidor.
También se puede usar para la elaboración del papel fibra virgen certificada, que procede de plantaciones específicas para obtener madera de uso industrial y cuenta con sellos como FSC o PEFC; o sin certificar, las menos recomendables, ya que no declaran el origen de esa materia prima usada para la fabricación. Finalmente, es posible encontrar papeles fabricados con porcentajes variables de fibras tanto vírgenes como recicladas.
Es importante la existencia de bosques sostenibles, para que la madera siempre sea certificada y provenga de forma demostrada de estas “granjas” de árboles. No solo evitan el despoblamiento de los bosques naturales, sino que también crean riqueza en la zona. Gracias a ello, en 10 años Europa ha incrementado en 44.000 km2 sus bosques y cuenta con un 30% que en 1950. De forma complementaria, estas plantaciones forestales no requieren de regado, a diferencia de otros cultivos de fibras alternativas que están de moda actualmente, como el lino o el cáñamo. Por tanto, no supone un gasto adicional de agua para su mantenimiento.
A ello se suma otro beneficio para el planeta: estudios recientes demuestran que los árboles jóvenes capturan más CO2 que los maduros. Para crecer necesitan más recursos que los ejemplares ya adultos y, por lo tanto, capturan más dióxido de carbono, necesario para este proceso. Al renovar los bosques sostenibles de forma recurrente, se maximiza este efecto.
Sistema de blanqueamiento de las fibras
Un segundo aspecto a valorar para determinar cómo de eco-responsable es un papel es la forma en la que se han blanqueado las fibras. El cloro y los derivados que se usan para dar al papel un color blanco y puro no se puede separar del agua: la acompañan allí donde se deseche este recurso natural.
Los papeles catalogados como ‘Elemental Chlorine-Free’ garantizan que, tanto en el caso de las fibras vírgenes como las recicladas, se han blanqueado mediante dióxido de cloro o derivados, pero nunca con cloro elemental (en estado gaseoso), lo que reduce sustancialmente la peligrosidad de las dioxinas.
En el caso de los materiales ‘Totally Chlorine-Free’, el 100% de las fibras vírgenes (ya provengan de árboles o sean alternativas) han sido blanqueadas sin componentes de cloro. El certificado TCF no se puede usar para los papeles reciclados ya que no se conoce el origen de las fibras.
En tercer lugar, la denominación ‘Processed Chlorine-Free’ indica que las fibras recicladas no se han blanqueado con derivados del cloro. Los papeles PCF no son TCF ya que se desconoce cómo fueron blanqueadas en un inicio las fibras que se han reciclado.
Proceso industrial
Por último, la forma en la que se ha fabricado el papel, más allá de su blanqueamiento, tiene mucho que decir de si es un material responsable con el medio ambiente o no. El uso de energías renovables, la huella de carbono que dejan en el planeta y otros aspectos de gestión ambiental cobran relevancia en este ámbito. ¿Cómo saberlo? Los certificados y sellos con los que cuenta el papel nos pueden dar una pista.
En primer lugar, podemos fijarnos en las normas estandarizadas a nivel internacional ISO, ya que algunas de ellas se centran en términos de sostenibilidad. En concreto, será más respetuoso un papel que cumpla con las normas ISO 14001, la ISO 45001 o la ISO 50001.
En segundo lugar, tenemos la energía. Ésta puede ser de origen renovable o fósil. Por supuesto, aquellas fábricas que principalmente usen las fuentes limpias como principal recurso eléctrico serán mucho más eco-responsables. A ello se suma la compensación o reducción de las emisiones de CO2 que se producen en esa fabricación. El objetivo para la industria papelera debe ser disminuir lo máximo posible el dióxido de carbono que envía a la atmósfera y, cuando ya no se puede reducir más, compensar la huella de carbono, por ejemplo mediante la plantación de árboles.
Por último, entre los factores a valorar del proceso industrial, encontramos los EMAS. Se trata de un Reglamento Comunitario de Ecogestión y Ecoauditoría. Esta herramienta de gestión ambiental, que proviene de la normativa voluntaria de la Unión Europea, reconoce a aquellas organizaciones que han impulsado un Sistema de Gestión Medioambiental (SGMA) en sus instalaciones y han adquirido un compromiso de mejora continua, verificado mediante auditorías independientes.