Uno de los factores visuales por excelencia que nos hacen elegir entre un envase o un producto editorial es el color: hay tonalidades que representan calidez, otras que nos impactan por su intensidad, algunas nos gustan más o menos en función de nuestra educación visual, etc. Por ello, en el momento de planificar un proyecto, es importante tener en cuenta no sólo el papel que se va a usar, sino también su color. Para ello, es necesario conocer algunos aspectos que intervienen en su creación, así como el proceso de fabricación hasta conseguir el tono adecuado o la resistencia que ofrecen en función del tiempo de uso aproximado del objeto.
¿Cómo se forma el papel de color?
Para su formación, se parte de una materia prima que es la fibra de papel, de color blanco. Sobre esta base, se adicionan los colorantes aniónicos necesarios para conseguir la tonalidad deseada, que se unen a las hebras de celulosa de forma química por las fuerzas de Van der Waals. Esta adición se realiza a través de bombas dosificadoras, para regular la intensidad de la forma más exacta posible. Para ello, se introducen en un colorímetro las consignas de cada tono necesarias para crear el color: no deja de tratarse de una fórmula matemática por una matriz de tres colores.
Así, el CIELAB es el modelo de representación del color tridimensional de esa matriz, en base a tres ejes sobre los que se construyen todas las tonalidades que pueden existir. El primero corresponde a la L, que marcará la cantidad de luz (L*=100 representa el blanco y L*=0 el negro); el segundo a la a, que va de verde (-a*) a rojo (+a*); y el tercero a la b, que oscila del azul (-b*) al amarillo (+b*). Una vez determinado el valor que se debe introducir en el colorímetro para cada uno de los tres ejes, la máquina se encarga de dosificar los colorantes correspondientes hasta llegar al objetivo. En el caso de Guarro Casas, contamos de base con un catálogo con más de 300 colores y acabados y, además, fabricamos tonos personalizados para los clientes que quieran uno en específico.
Pero la formación del color va más allá de la correcta selección de estos valores. Una de las premisas principales que usamos en Guarro Casas es que ‘el papel está vivo’ y, en este sentido, la fibra no siempre absorberá correctamente el colorante que le queramos adicionar. En estos casos, el aspecto final no es uniforme, por lo que también es importante saber cómo trabajar la fijación del color en cada caso para conseguir un papel de calidad y estable entre fabricaciones.
Tolerancias del color y viveza
La tolerancia de un color establece la variabilidad que puede tener para estar considerado como aceptable dentro de los límites de estándar de producción. En el caso de Guarro Casas, los valores se encuentran en las 3 décimas como máximo, porque una pequeña diferencia puede hacer variar de forma sustancial el color. Por ello, destacan por la calidad, porque hay una gama muy amplia con gran fiabilidad en las diferencias entre ellos.
De forma complementaria, para conseguir colores lo más vivos posible es imprescindible garantizar que no haya influencia por parte de otros colorantes, ya que en ese caso el material resultante pierde intensidad. Cuando esto ocurre, las tonalidades no están tan definidas y los colores tienen matices diferentes, afectando a la percepción el color. Gracias a nuestra tradición en el sector, nuestros materiales destacan por su viveza e intensidad, ofreciendo experiencias visuales únicas.
La resistencia a la luz
Pero además de la percepción, otro aspecto a destacar es la capacidad que tienen los colores para resistir a la luz y evitar su desgaste, según la materia química por la que está formado. Volviendo a la premisa de que ‘el papel está vivo’, la humedad y el calor hacen que el material pierda su intensidad de color. Los tonos que mejor han resistido tradicionalmente a la luz son los que contenían metales pesados (por ejemplo, los colorantes o pigmentos que se obtenían a través del cromo eran los más bonitos, pero también los más contaminantes). Para mantener la ecología y reducir la contaminación, desde su prohibición se ha trabajado para buscar alternativas que estén a la altura de resistencia de forma más sostenible.
Así, la resistencia se mide en una escala de 8 puntos, pese a que es casi imposible encontrar el valor máximo en el mercado. De hecho, los papeles que se usan hoy en día se pueden considerar de usar y tirar, ya que no se conservan durante largos períodos de tiempo, por lo que la resistencia no debe ser tan alta. Los colorantes, que pueden llegar a valores de 5 sobre 8, son suficientes para el uso actual de los productos.
A modo de curiosidad, los colores que peor resisten a la luz son los blancos más vivos; así como los violetas, que únicamente con una variación de la humedad ya cambian (en ambientes más secos tiende a rojizo, mientras que una mayor humedad los traslada hacia una tonalidad más amarillenta).
Las fotografías muestran papeles en gris y blanco bajo diferentes luces, de modo que se aprecia el cambio en la percepción de tonalidad en diferentes situaciones lumínicas.