Vivencias de una carrera dedicada a la impresión: “Se está perdiendo el arte manual en las imprentas”

Joan Fuster lleva alrededor de 50 años entre máquinas de imprimir. Actualmente trabaja en Gráficas Sort en Sant Llorenç d’Hortons, donde cuida con mimo cada papel que pasa por sus manos para conseguir el mejor resultado: no es un gran fanático de la estandarización y considera que, con esfuerzo, no hay nada imposible. Ya a una edad muy temprana ayudaba a su padre en una imprenta familiar, donde empezó a conocer las máquinas tradicionales. La tecnología ha avanzado mucho, pero Joan no quiere perder el arte manual y sigue con sus impresoras más modestas pero que le permiten hacer cualquier cosa que se le ponga en mente sobre el material. Conversamos con él sobre cómo ha vivido este cambio en la imprenta y sus anécdotas como profesional.

¿Entraste en la imprenta ya de niño, desde la tradición familiar?

Desde muy pequeño he estado inmerso en este mundo. Mi padre trabajaba en una imprenta grande, lo dejó y empezó a trabajar de repartidor, llevando a las churrerías los alimentos que necesitaban para poder preparar sus productos. Empezó a hablar con los propietarios al repartir y descubrió que tenían la necesidad de tener bolsas o papeles personalizados con el nombre de su establecimiento. Entonces compró una pequeña máquina de imprimir y montó un pequeño taller. Así, comenzó a combinar su trabajo de repartidor con estos pequeños encargos en su propia imprenta. Estos fueron los inicios en la calle Folgueroles de Barcelona.

De allí nos mudamos a Gelida. Como yo era muy malo en el colegio y no quería comenzar con compañeros nuevos en este nuevo lugar, dejé de estudiar (algo que solo se podía hacer en aquel entonces) y me puse a trabajar con mi padre en la imprenta con 11 o 12 años. Teníamos máquinas planas y automáticas, y recuerdo que dejaba la pila de papeles por imprimir colocada y me iba a jugar a baloncesto. Cuando volvía era bronca asegurada, pero el trabajo salía.

¿En qué estabais especializados?

En nada: imprimíamos de todo. Desde tarjetas de visita hasta catálogos, lo que se necesitara. Cuando sabes imprimir, cambiar el objeto es fácil.

Han cambiado mucho las máquinas desde entonces.

Muchísimo, ahora miras las máquinas más modernas y eran impensables cuando empezamos. Pese a ello, el sistema de funcionamiento es prácticamente el mismo.

¿Las impresoras actuales permiten hacer más cosas que las de antes?

Son dos mundos completamente distintos. La producción de las máquinas más modernas es mucho mayor que la que se consigue con las que yo solía y suelo trabajar, pero en cambio yo consigo resolver problemas que otro impresor con la maquinaria más nueva no puede. Y ya no solo porque las producciones estén muy estandarizadas: la impresión de cantidades pequeñas no te la aceptan en todas las imprentas, la tendencia es ir a lo grande. Quizás la excepción sería el digital, porque no tiene tanto coste al no requerir de planchas.

Se ha perdido el arte manual. Por ejemplo, antes la tipografía necesitaba muchísimo trabajo. En la actualidad se está imitando de nuevo esa forma de imprimir, pero con otras técnicas “más cómodas”. El buen tipógrafo cuidaba que no se viera presión en cada una de las letras, y ahora contra más se note mejor. Son conceptos distintos. Además, antes tenías que invertir mucho tiempo en preparar la máquina o los moldes: tenías que preparar todas las letras, y podías tirarte horas. Pero en esta época, si tardas hora y media, ya parece que estás perdiendo demasiado tiempo productivo.

Los procesos ahora son mucho más rápidos, ¿verdad?

Exacto. Por ejemplo, antes se usaba la linotipia. Inventaron una impresora que era como una máquina de escribir. Se introducía plomo, que se fundía en su interior, y cada vez que picabas una letra quedaba marcada, construyéndose una serie de barras con el texto que después se imprimía. Cuando apareció este sistema, era una revolución. El que componía los moldes iba formando las frases con cada una de las barras, ¡y más valía que no se equivocara! Porque podía quedar todo escrito sin sentido y no había quien lo arreglara.

Luego salieron las máquinas rotativas, y tenían que crear el molde cilíndrico. Cuando tenías en relieve lo que querías imprimir, hacías presión sobre un cartón mojado para que quedase bien marcado y volvías a fundir metal encima sobre ese negativo para hacer el molde final que iba en forma de cilindro. Entonces ya podías ponerlo en la máquina rotativa, donde se mojaba con tinta e iba imprimiendo de forma continua sobre el papel.

Todo esto, incluso los moldes, se hacían a mano. Ahora con teclear el texto de la plancha, la máquina ya hace todo el proceso y te sale el molde listo para imprimir.

¿Pero tu máquina antigua te deja ajustar más valores y elementos para adaptarte al material que las máquinas estandarizadas y programadas actuales?

Mi máquina me deja hacer de todo. Sí que es verdad que las modernas imprimen en todos los colores que quieras, y van hasta a 15.000 folios por hora. Lo malo es que está todo acondicionado para que funcione a la perfección sin tocar apenas nada, tan solo la tinta, las planchas, el agua y usando un papel muy estándar. Cuentan con presiones determinadas, siempre con un margen de tolerancia, pero más de determinados kilos de presión no le puede aplicar lo que limita los soportes que pueden usarse.

Mi máquina, en cambio, no va tan rápida como esas porque reventaría, pero en cambio para mí es mucho mejor la mía porque manualmente puedo adaptarla a lo que necesito para que el resultado sea perfecto, o para vencer dificultades. Por ejemplo, puedo ajustar las presiones mucho más. En papeles de calidad a veces necesitas esa presión extra para que quede un buen resultado al aplicar la tinta. En materiales offset no hay ningún problema porque la calidad es menor, y no necesita hacer tanta presión para que la tinta llegue bien a todos los rincones. Pero eso no quiere decir que los papeles de calidad sean más complicados: solo se trata de saber trabajarlos y aplicar la presión que necesitan.

¿Prefieres trabajar con los papeles estucados u offset?

Los valoro por igual: necesita más dedicación o menos, pero se trata de ponerle ganas. Es más fácil trabajar el estucado que el offset. Para el segundo necesitas más tinta, las tramas deben ser más gruesas para que no se tapen, etc. Eso siempre que el papel estucado esté bien elaborado, porque algunos están mal fabricados.

¿Las tintas también han cambiado mucho?

Muchísimo, ahora son prácticamente perfectas. Antes cogías una tinta y a veces tenías que añadirle un secante líquido, porque repintaba mucho. E incluso a veces tardaba entre 24 y 48 horas a secarse. Actualmente haces pila alta con papeles acabados de imprimir, que suponen muchos kilos acumulados, y en un momento están secos.

Elegir bien la tinta para el papel que vas a usar también es esencial. Debe ser la combinación adecuada para que funcione. Básicamente se trata de un juego entre ambos materiales. A ello se le suma la máquina y las ganas de trabajar bien el papel. Nunca se deja de aprender.

En los años que llevas en el sector vemos que ha cambiado mucho la maquinaria. ¿Crees que la impresión aún tiene muchos cambios por delante?

Muchas veces he pensado que en impresión llegará un momento en el que se pondrá una pila de papel y se imprimirán todos los folios a la vez con láser o un sistema similar. Puede parecer muy soñador, pero viendo cómo ha evolucionado en poco tiempo, creo que aún tiene mucho por ofrecer con el avance tan veloz de la tecnología.

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